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Muestra gráfica :: De balneario



















Desde las primeras décadas del siglo hasta avanzados los ´50 el Balneario Municipal de la Costanera Sur fue el módico entretenimiento veraniego de nuestras clases populares. Dos monedas en el bosillito de una malla de lana alcanzaban para la fiesta: los sanguches de miga y la Biltz frente a un tablado. Con esa modesta esperanza de felicidad llegaban desde la periferia bonaerense las bañaderas descapotadas cargando su muchedumbre ansiosa de recreo. Una docena de locales a cielo abierto se disputaban los números de más arrastre. La Rambla, la más importante, que llega a tener en las buenas épocas cuarenta mozos trajinando sobre su patio de tierra regada, La Pilsen, el Niza, la Juan de Garay, La Alameda y El Nido. No hay día de descanso, ni nadie sueña con tenerlo. De diciembre a marzo, de dos de la tarde a dos de la madrugada, y hasta las tres o cuatro si el público se queda. Un sábado pueden llegar a pasar veinte mil personas por las mesas del balneario y disputáselas es responsabilidad del cómico. Catorce secciones de una hora o más sin otro descanso entre una y otra que los llamados números de tiempo, ilusionistas habitualmente que entretienen al público con su magia mientras la troupe recupera aliento para la sección que se viene. Primero el conjunto de varieté: canto y baile español, zapateo americano, malabarismo, tango, fonomímica, y alguna vez algún ventrílocuo que se le anima al espacio abierto. Después el humor: los excéntricos, los hombre-orquesta, los caricatos, los duetos y tríos, y finalmente los capocómicos, esas figuras de culto capaces de arrastrar multitudes veraneantes con su solo nombre: Popoff, Charola, El Tano Genaro, Risita.
Cómico de balneario, artista de balneario
. Así, por extensión, quedaron catalogados luego para siempre esos virtuosos entrañables de nuestro género popular por excelencia: el varieté. De balneario fue su estigma, aunque nunca hubiesen trabajado allí, aunque sus presentaciones fueran mucho más allá: teatros, music hall, circos, cabaret, y hasta número vivo en el por entonces incipiente cinematógrafo. A todos nuestros artistas de variedades, a su talento y a su humildad- intenta homenajear este pequeño archivo que toma orgullosamente el nombre de aquel espacio hoy mítico. Nombrarlos, reconocerlos, es un acto de justicia tardío para esos creadores que ninguna historia del espectáculo parece hoy dispuesta a reivindicar.

Mauricio Kartun :: Archivo De Balneario

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